La chica silenciada by Blake Pierce

La chica silenciada by Blake Pierce

autor:Blake Pierce [Pierce, Blake]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2021-12-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECISIETE

La Redención contempló el lago cristalino, sus aguas reflejaban un manto de luz de luna plateada. Era una imagen muy hermosa que constituiría un maravilloso escenario para una liberación sangrienta.

Había un coche delante. La matrícula era la misma del mensaje. No había duda de que la persona que iba dentro era la que exigía la salvación esta noche. A diferencia con los tontos del área de descanso, no había más nadie en este lugar. Eso facilitaba aún más un trabajo de por sí muy fácil.

La ventanilla se bajó incluso antes de que se acercaran el uno al otro.

—Hola, señor. Tú debes ser David —dijo la Redención.

No era el nombre real del hombre, por supuesto. Nunca usaban sus nombres reales. Había una gran ironía en este juego. La mayoría de la gente hacía todo lo posible por mantener su información personal protegida y oculta. Usaban nombres falsos, inventaban historias sobre sus vidas, trabajos y familias. Sin embargo, cuando empezaba la intimidad, se apresuraban a desnudar toda su alma. No había nada más íntimo que el sexo, pero estos hombres desesperados seguían con el anonimato en todos los demás aspectos de sus encuentros.

Tristes, patéticos, lamentables.

Una razón más por la que debían morir.

—Sí, soy yo —dijo el hombre—. Soy David.

Tartamudeó al pronunciar su propio nombre. La Redención tuvo que esforzarse para no soltar una risa.

—Claro que lo eres. ¿Vas a dejar entrar a este bombón o qué?

David se inclinó y abrió de un empujón la puerta del lado del acompañante. En dos segundos, estaban a un suspiro de distancia el uno del otro.

—Es una noche hermosa, ¿no?

—Sí que lo es —dijo David, con las manos en el volante a pesar de que el motor estaba apagado. Tal vez era una cosa masculina. Dios sabía que los otros también tenían sus rarezas—. Mira, todo esto es nuevo para mí. ¿De acuerdo?

—Relájate, dulzura. No es tan difícil como crees. No una vez que empiezas, al menos.

—Sí. Eso es lo que me han dicho.

David se dio la vuelta y se presentó. Él empezó a mover las manos hasta que encontró un trozo de muslo. Comenzó con suavidad, luego hundió los dedos.

—No es diferente a hacer deporte o tomar pastillas. No hay apego. Liberación física. Solo estoy aquí para hacerte sentir bien.

David esbozó una sonrisa. Se aventuró a subir las manos por el cuerpo de su acompañante.

—Excelente. Tengo unos amigos que hacen esto todo el tiempo. Me dijeron que tenía que probarlo al menos una vez.

—¿En serio?

—Claro que sí. Dijeron que realmente ayuda a calmar los nervios. Mucho mejor que el sexo con sus esposas, aparentemente.

A la Redención se le hizo un nudo en el estómago. La bilis comenzó a revolverse. ¿Los profesionales del sexo eran solo trozos de carne para esta gente? ¿Nada más que un agujero andante sin emociones propias? Otra razón, pensó la Redención. Los hombres así tenían que aprender por las malas.

—¿Y dónde está tu mujer esta noche?

Las fluidas caricias de David se volvieron repentinamente rígidas. Miró a los ojos de su amante de una vez y luego volvió a mirar hacia abajo.



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